Hay aniversarios que son pura celebración, y otros que sirven como un espejo para medir la distancia entre la gloria pasada y un presente complejo. En esa encrucijada se encuentra el guionista José Ignacio "Chascas" Valenzuela, quien, a 30 años del estreno de su primer gran éxito, "Amor a Domicilio", conversa en exclusiva con El Filtrador para desentrañar el ADN de una época dorada y lanzar un diagnóstico lapidario sobre el estado actual de la ficción chilena.
En el franco diálogo, comparte su opinión sobre la industria televisiva chilena actual, donde solo Mega mantiene un área dramática; comenta si estaría dispuesto a realizar un remake de sus ficciones y habla sobre el rumbo que ha tomado su carrera en la actualidad.

¿Cómo se siente "Chascas" Valenzuela al ver que "Amor a Domicilio" sigue siendo recordada con tanto cariño por el público?
La verdad, jamás imaginé que la primera telenovela que escribí en mi vida iba a convertirse en un producto tan querido y tan recordado por la audiencia. Hasta el día de hoy la gente me habla de “la teleserie de las pizzas”, aunque no se acuerdan de la trama ni de cuál era el conflicto. Recuerdan que la veían tomando el té, o después de hacer tareas para el colegio, lo que asocia el recuerdo más a la nostalgia que a una memoria más concreta. Y la razón de que eso haya sucedido es que yo tenía 20 años. Estaba en primer año de universidad, y la gran mayoría del elenco no llegaba ni a los 25 años. Eso marcó una diferencia, sí.
También un elemento diferenciador fueron los temas tratados: era una historia muy joven. Se vieron por primera vez temas que nacían directamente desde ese grupo humano. No era un adulto inventando una historia juvenil, sino que alguien que hablaba en primera persona de lo que veía y lo que le pasaba en el día a día. Y eso lo recibió muy bien la audiencia. Y por lo visto quedó en su memoria.
¿Cómo ve el panorama actual de las teleseries en Chile, con Mega como único canal apostando por el género?
La industria de las teleseries chilenas ha cambiado radicalmente en estos 30 años. Cuando empezamos con "Amor a domicilio", estábamos escribiendo y produciendo para una televisión abierta que tenía a las teleseries como uno de sus pilares fundamentales. Hoy ese escenario ha cambiado: la televisión abierta ya no es el gran referente cultural que fue en los 90, y las plataformas han modificado por completo la forma de ver y consumir ficción. ¿Qué hemos ganado? Sin duda, hemos ganado en calidad técnica, en apertura temática, en diversidad de géneros y en la posibilidad de que nuestras producciones crucen fronteras mucho más fácilmente. Lo que antes parecía un sueño, hoy es una realidad: las teleseries chilenas pueden ser vistas en todo el mundo. ¿Qué hemos perdido? Que en Chile no hubo voluntad para mantener una industria importantísima y que fue fundamental para la sociedad chilena durante décadas. En la actualidad el panorama es desolador. Y habla muy mal de nosotros mismos.
¿Sería buena idea que Canal 13 apostara por remakes de estas ficciones exitosas como lo hizo Mega?
Si eso significa que se reabra un área dramática en Canal 13, pues sí. Creo que sería una buena idea. De hecho, siendo muy honesto, a mí me seduciría la idea de ver una nueva versión de "Ángel Malo", o de "La Madrastra", o de "Los títeres", tal como se hace habitualmente en Brasil, o en México. Pero creo que para que un remake funcione no tiene que ser simplemente una nueva versión con otros actores. Tiene que haber un intenso trabajo de adaptación, trayendo esa historia a esta época, modificándola todo lo que sea necesario para así justificar esta nueva versión. Y si es así, creo que sería muy interesante ver una nueva versión de "Los Títeres", por ejemplo, que fue una teleserie política en un momento donde no se podía hacer política.
Si se adaptara "Amor a domicilio", ¿cuánto habría que modificar el guion original?
Cambiaría muchas cosas. De seguro ya no sería una pizzería, sino tal vez un local de comida orgánica. O vegana. También la tecnología jugaría un papel importante en la trama: las apps, las redes sociales, etc. Creo que eso sería algo interesante de adaptar al mundo de hoy. ¡Han pasado demasiadas cosas en 30 años! "Amor a domicilio" tenía un choque muy evidente de clases, donde personajes del mundo popular se involucraban con esa clase emergente y solvente del Chile de los noventa. También creo que sería interesante ver cómo evolucionaron esos personajes. Se podría tocar el tema de la movilidad social en Chile, si es real o no. Y, sobre todo, sería particularmente atractivo ver qué fue de los “personajes cuicos” de la historia. ¿En qué estarían convertidos hoy? ¿Se habrían sensibilizado un poco o, por el contrario, estaría más extremos que nunca? ¿Por quién votarían? ¿Qué participación hubieran tenido en los eventos sociales, políticos y culturales de los últimos años? Me encantaría plantearme todas esas preguntas a la hora de escribir una versión actual de la teleserie.
Recientemente lanzó su libro "Lo poco que recuerdo". ¿Qué puede contar sobre este proyecto y qué lo motivó a escribirlo?
"Lo poco que recuerdo" es, quizás, el libro más arriesgado que he escrito hasta ahora. Nació de la necesidad de explorar la memoria, pero también sus trampas: cómo recordamos, cómo olvidamos, cómo distorsionamos. Ambienté la historia en un pueblo ficticio, Pinomar, donde una mujer descubre que los recuerdos de su infancia podrían no ser suyos, sino una construcción dolorosa hecha por otros.
Lo que me motivó a escribirlo fue precisamente esa inquietud: la fragilidad de la memoria y la facilidad con que puede ser manipulada. Vivimos tiempos en que la verdad se relativiza con demasiada rapidez, y quise hablar de eso desde lo íntimo, desde una protagonista que enfrenta el derrumbe de sus certezas más básicas.
Además, fue mi manera de reconciliar dos pasiones: el thriller —con su suspenso, sus revelaciones, sus giros y la exploración emocional de personajes profundamente humanos. Es un libro que mezcla misterio con dolor, pero también con esperanza, porque creo que aun cuando la memoria se quiebre, siempre podemos reconstruirnos a partir de las piezas que quedan.