Eduardo Fuentes recuerda sus inicios y revela que aún carga con el “niño de la cuchara de palo”

En el décimo capítulo de su podcast, el conductor de TVN repasó los hitos que marcaron su camino en televisión, desde el síndrome del impostor hasta el sueño cumplido de animar festivales.

eduardo fuentes - the floor (tvn)

El tiempo no solo deja canas o arrugas: también acumula certezas. En el décimo capítulo de su podcast “Mari con Edu” (Spotify), Eduardo Fuentes se permitió mirar hacia atrás y narrar los hitos que moldearon su carrera. Entre recuerdos de infancia, festivales soñados y la sombra del síndrome del impostor, el conductor de TVN reveló que, a pesar de los años, aún siente dentro de sí al niño que jugaba a ser locutor con una cuchara de palo.

Un niño que ya sabía quién quería ser

Desde temprano, Fuentes parecía tener claro su destino. En los actos escolares era la voz que animaba, aunque a veces dudaba si esa inclinación bastaba para definir un futuro. Por eso, cuando acudió a su orientador, esperaba guía. Sin embargo, recibió algo distinto: “Usted ya sabe lo que va a hacer en la vida. Tiene que ser alguna cosa con las comunicaciones”, recordó en el podcast. Con esa frase, se abrió un camino que, aunque lleno de inseguridades, lo llevaría lejos.

Entre miedos y primeras oportunidades

Como suele ocurrir, las primeras experiencias estuvieron teñidas de dudas. Así, cuando debutó en “El Informe del Tiempo” (Mega), lo invadió el síndrome del impostor: “¿Se van a dar cuenta en algún minuto que esto no corresponde?”, pensaba. No obstante, cada paso lo afirmaba un poco más. Y, poco a poco, esas dudas se transformaron en aprendizajes que lo prepararon para retos mayores.

El sueño de los festivales y los estelares

Luego vino uno de los hitos que guarda con más cariño: el Festival de Olmué. “Era un sueño, pensé: ¿cómo llegué hasta aquí?”, confesó. Con la misma emoción, recordó su primera gran responsabilidad en Canal 13 con “Chile País de Talento”, donde compartió escenario con Diana Bolocco: “Ha sido la mejor compañera que he tenido”. De este modo, cada programa sumó una capa a la identidad de un comunicador que nunca perdió de vista su origen.

El niño que nunca se fue

Hoy, tras décadas de televisión, Fuentes asegura que sigue siendo el mismo que soñaba en su casa con un micrófono imaginario. “Todavía me veo y siento al mismo niño que jugaba con la cuchara de palo y que leía noticias. Eso no ha cambiado, a pesar de que tengo más años”, reflexionó. Así, entre pasado y presente, el animador traza un relato donde el tiempo no erosiona, sino que confirma: la vocación verdadera nunca se diluye.