
Una carrera fulgurante marcó la trayectoria de Claudia Burr, quien despegó a mediados de los años 90, cuando se convirtió en una de las musas predilectas del director Vicente Sabatini en TVN. Su rol como la caprichosa y adorable "Isabel Margarita" en "Estúpido Cupido" (1995) la catapultó a la fama nacional.
El éxito se consolidó con su personaje de la ecologista "Soledad" en la icónica "Sucupira" (1996), y alcanzó un nuevo nivel de popularidad como la pascuense "Teresita" en "Iorana" (1998). Su rostro era sinónimo del éxito del área dramática del canal público y su futuro parecía no tener límites.
La decisión de alejarse
En el año 2000, tras participar en "Santo ladrón" (TVN), Claudia Burr optó por un cambio profundo. Agotada del ritmo de la televisión y con el deseo de explorar nuevos horizontes, decidió no renovar contrato y se trasladó a Francia. Allí trabajó en documentales y cortometrajes, ampliando su experiencia más allá de las teleseries.
Más tarde, se mudó a Suecia junto a su pareja, el fotógrafo Mario Salazar, y su hijo Luciano. En ese país incluso participó en la miniserie sueca "Viva Hate" (2014), mientras llevaba una vida alejada de la exposición mediática.
Un regreso distinto
Tras más de una década en Europa, regresó a Chile, pero no para reinstalarse en el mundo de las teleseries. Si bien tuvo apariciones puntuales en producciones como "Tentación" (2004), "Gatas y Tuercas" (2005), "40 y tantos" (2010) y películas como "Grado 3" (2009) y "Baby Shower" (2011), nunca volvió a ocupar el lugar protagónico que había tenido en los noventa.
Hoy, a sus 56 años, Claudia Burr mantiene un perfil bajo, dedicada a su familia, a la fotografía y a proyectos personales. Su historia es la de una artista que, teniendo el éxito asegurado, se atrevió a renunciar a él para buscar algo que la fama no podía darle: la paz.