Festival de Las Condes: la somnífera apuesta veraniega de Canal 13

Festival de las condes

Por Rosario Girardi

Echo de menos el sello Joaquín Lavín en el Festival de Las Condes. Me falta el elemento local que detenga el frenesí artístico y nos indique, con los pies en la tierra, que es una fiesta comunal liderada por un alcalde preocupado 24/7 por sus vecinos.

Una competencia vocal, una apertura que recuerde la belleza de ese pueblito que se llama Las Condes, algo con sello propio. Pero no, no hay nada.

Vamos a desmenuzar lo que sí figura. Dos puntos, aparte: Partamos por la forzada relación de los animadores (Tonka Tomicic y Francisco Saavedra) y los extensos shows que convierten al certamen en un somnífero intento por conquistar las audiencias.

Tonka Tomicic tiene desplante y oficio. La animadora se impone por presencia y carisma. Su sonrisa encanta y ella lo sabe. Es por eso que juega con la coquetería en un interminable juego de seducción que traspasa la pantalla. ¿Quién podría criticar a Tonka? En su rol matinal podríamos decir que le cuesta ???quemarse??? con la temas de contingencia, pero en su rol de animadora prime cumple su tarea con honores.

Su contraparte, Francisco Saavedra, debe ser uno de los rostros más populares de la actual industria. Sin embargo, en escenarios masivos queda al debe. Elevado tono de voz (las intervenciones de Rafa Araneda parecen susurros en comparación con él) e intervenciones forzadas que en el libreto parecen creativas, pero que interpretadas en escena resultan fomes.

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Cuando no se tiene una orquesta en sala -elemento fundamental de este tipo de eventos- es necesario musicalizar de mejor forma. Lo malo es que por lo visto en este certamen hay una notable pobreza en esa área y las consecuencias las paga el ritmo del show.

La Estrella, el premio de público, es otro punto negro. Si en Viña del Mar criticamos a la organización por regalar antorchas y gaviotas acá caemos en lo mismo: forzando en muchos casos al público a que pida un estímulo para los artistas.

La extensión de los show es otro de los elementos negativos de este festival. Si bien es lo mismo que se le critica al show de la Quinta Vergara, en Las Condes parecen no haber entendido que los estímulos a la fuerza dejan mal al anfitrión.

En el mismo sentido, eternizar a un artista en el escenario parece ya una costumbre. La movida resulta ambiciosa, pero fatal para la televisión donde se juzga un programa por un promedio final de rating.

El humor suele ser uno de los segmentos de mayor audiencia de este tipo de transmisiones. Y en las dos primeras jornadas de Las Condes no ha logrado dar en el clavo. Primero con Pastelito con un espectáculo circense que no se entiende en grandes escenarios; después con Melón y Melame con un calibre de chistes de proporciones. Y aquí me quiero detener. Algunos podrán decir que el horario lo permite todo, pero atravesar el umbral del chiste de amigos, de asado, con chistes sobre el tamaño del órgano sexual masculino, resulta cuestionable. Las redes sociales así lo demostraron tras la actuación de Gigi Martin y Mauricio Flores. El descontento era generalizado.

¿Qué hacer con programas de este tipo? Para que no se diga que el periodismo se queda en críticas y no en soluciones, creo que una propuesta acertada sería exhibir solo compactos en la TV abierta y las transmisiones enteras a través de la misma señal de cable. Así, a través de la edición, se puede mostrar ???lo mejor??? de cada artista y evitar bochornos descriptivos como los de Melón y Malame. El objetivo se cumpliría: Joaquín Lavín podría cumplir su promesa de poner un festival en un canal abierto, el canal podría emitir la millonaria factura al municipio y el público televidente disfrutaría de un espectáculo acotado que contenga los momentos más acertados de cada figura. Así todos ganan.